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1Ene

Madurar en la Vida como algo bello

Posted by: elarboldespierto

«Growing up «, by Jeremiah Redclay

A veces me da la sensación que»madurar» es aburrido, suena a hacerse mayor, a convertirse en un adulto y por lo tanto, a dejar de ser un niño y abandonar la alegría y el juego. Pero sin embargo madurar puede verse de una manera muy diferente.

Puede hacer referencia a un estado de «despertar», en el que las cosas ya no parecen ser lo que eran, en que las prioridades cambian, en que las circunstancias que antes nos hacían sufrir ahora no consiguen tambalearnos.

Madurar es un proceso por el cual vamos quitándonos vendas de los ojos para finalmente ver lo que realmente hay y afrontarlo sin reaccionar y sin victimizar a nadie, ni siquiera a uno mismo.

Madurar es en definitiva un camino que no tiene fin, un peregrinaje por el que vamos aligerando nuestra mochila, quitándonos de encima artificios, abandonando las ideas que teníamos acerca de nuestro viaje para comenzar realmente a viajar.

Madurar es ser consciente de que lo que esperábamos de la vida (las expectativas, planes y ensoñaciones creadas en nuestra mente) es muy diferente a lo que la vida es en realidad. Cuando uno va madurando (no se acaba nunca este proceso, no es estático) se va dando cuenta de que es más interesante y excitante explorar el paisaje (aún cuando éste no es exactamente como lo habíamos imaginado), pasear por él, mojarse y ensuciarse en él, que quedarse en casa planeando el viaje perfecto, mirando las fotos de lo que la guía turística promete, y esperando que llegue el momento oportuno (que nunca llega) para lanzarse a viajar, para vivir. Ya lo decía Lennon en una canción dedicada a su hijo: «Life is what happens to you while you are busy making other plans»: La vida es eso que te ocurre mientras estás ocupado haciendo otros planes.

Y ayer, 31 de diciembre, tuve una especie de revelación. Estaba en la playa de las Canteras (tengo mucha suerte de vivir en una ciudad donde se puede uno bañar en el mar en invierno) pensando en los aprendizajes de este año, haciendo un repaso a lo que han sido para mí meses intensos, y me di cuenta de que la Pilar de ahora no tiene mucho que ver con la Pilar de hace tiempo. Que en esencia soy la misma, pero que quizá he madurado algo, y lo digo con toda la sorpresa y humildad del mundo.

Creo que me he llevado bastantes desilusiones, siempre después de haberme creado un sinfín de ilusiones…así que me pregunté: ¿Qué pasaría si no parto el año con ilusiones? ¿Y si en vez de soñar, simplemente vivo con intensidad lo que tengo ya? ¿Y si en vez de crearme objetivos, planes para este 2017 hago por abrir los ojos más ante los milagros que suceden a mi alrededor cada día y me muestro más despierta para valorar los regalos que Dios me envía constantemente en forma de amaneceres, salud, canciones, conversaciones, alimento, familia, dinero, amigos…? ¿Y si en vez de querer diseñar otra vida diferente me abro a la que ya está aquí, de la que formo parte y soy protagonista?

Porque de alguna manera, siempre que deseamos algo proyectado en el futuro, estamos manifestando escasez en el presente. Cuando sentimos que queremos algo más es porque de alguna manera no nos sentimos satisfechos con lo que ya hay.

Y esa fórmula deseo-decepción/ ilusión-desilusión, que todos conocemos a la perfección, me crea tanto cansancio e infelicidad… que cuando di respuesta a esas preguntas internas me sentí en paz, sentí una inmensa felicidad.

Sentí que la lucha había acabado. Que no tenía que ir a ningún otro lugar, que la felicidad estaba ahí conmigo, sentada sobre la arena tibia, despidiendo el año 2016, en mi nariz oliendo el mar, en las risas de la familia que jugaba en frente de mi, en el sol que se ponía tras las montañas, en la piel que se erizaba por sentir la brisa fría de la tarde, en el recuerdo de todas las personas que han pasado por mi vida iluminando cachitos de ésta para ayudarme a ser quien hoy soy y que en ese momento estarían reunidos con sus familias. La felicidad estaba conmigo en el reconocimiento de todos los seres humanos que esa noche partirían el año solos, o en conflicto, o en la cama de un hospital…y en el sentimiento de enorme gratitud por tener amigos, padres, hermanos con los que compartir las 12 uvas y a los que desear un feliz año.

Me sentí invadida por una felicidad pacífica (creo que la felicidad que nos venden, la de las emociones fuertes y excesiva celebración, no existe…o puede que incluso sea perjudicial para la salud,  pues con la misma rapidez e intensidad con la que llega se esfuma, como el humo…) y cuando abrí los ojos escribí este poema o reflexión sobre la madurez. No sé si es bueno o malo, no sé si tendrá sentido para ti, lector, pero lo que es seguro es que lo escribí sin esfuerzo, fluyendo desde el corazón.

Otra hoja ha caído.

Algo se ha roto. Algo se ha muerto.

El árbol nunca va a ser el mismo, aparentemente.

De la misma forma que el árbol sigue en pie sin añorar lo que fue, nuestra vida va cambiando y adquiriendo nuevas formas, pero continúa siendo vida y el árbol continúa siendo árbol.

Y la hoja que ha caído descansa a los pies del tronco.

En poco tiempo caerá lluvia y se mojará,

más luego saldrá el sol y se secará.

La hoja se irá desistengrando, perdiendo su forma,

para integrarse en el suelo,

mezclándose con las otras hojas que en su día cayeron, se mojaron y se secaron.

Todos los desperdicios del árbol, las pequeñas brechas a las que se ha visto sometido

ahora descansan cerca de sus raíces y serán su alimento.

El árbol se nutrirá de sus propios deshechos.

Hasta que un buen día, gracias a sus hojas muertas, crecerán nuevas hojas.

En algo nos recordarán a las antiguas, pues en realidad son parte de aquéllas,

pero éstas se ven más fortalecidas, frescas, listas para vivir una nueva estación.

Madurar en nuestra vida consiste, primeramente, en ACEPTAR EL CAMBIO. Aceptar que lo que un día fue ya no es de la manera en la que lo conocimos. Aceptar que va a haber despedidas, pequeñas muertes, roturas del corazón,

Madurar consiste en APRENDER A DEJAR IR, al igual que el árbol deja ir sus hojas, sabiendo que es el ciclo natural de las cosas. Al dejar ir estaremos haciendo espacio, y no hay que tener prisa por rellenarlo. Madurar consiste en dejar que se ventile ese espacio, y si hay que llorar se llora, pues al igual que la lluvia mojará las hojas, las lágrimas ayudarán a que eso que ha caído se convierta en sedimento.

Madurar consiste en CONFIAR, en tener fé, puedes debes saber que después de las estaciones frías llegará la primavera, y con ella el sol. Todo lo que en aquél día nos parecía el final, una basura, algo inservible, algo muerto…se habrá convertido en alimento para ti, y ahora te nutres y gracias a ello habrás crecido.

Madurar consiste en OBSERVAR. Observar maravillado como lo viejo no sólo deja paso a lo nuevo sino que lo constituye, lo forma. Pues la rosa, antes y después de ser rosa, es abono. Observar cómo el espacio que dejaron las hojas que se fueron se llenará de otras nuevas.

Madurar consiste, finalmente, en AGRADECER. Agradecer las hojas sanas y ahora fuertes, disfrutando de ellas sin apegarte, pues ya sabes que algún día puede que no estén. Cambiarán de forma para convertirse en abono y poder dar vida a otras nuevas.

Madurar consiste en agradecer,  por lo tanto, también el sufrimiento, lo que nos causa dolor y frustración, lo que no podemos cambiar; pues es gracias a ello por lo que has aprendido, has crecido, has madurado, y hoy en este momento eres quien eres.

Que vivas tan despierto que no pierdas detalle en este año 2017. Y que cada día lo celebres con alegría. No esperes al viernes, ni a las vacaciones de verano, ni a la jubilación… es aquí, es ahora.

Te deseo Paz, Amor y Alegría, dentro y fuera de ti. P.

…

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