Little bird of blue, by sesfitt
El tesoro de la pequeñez
Hoy te propongo leer esta reflexión al mismo tiempo que escuchas esta gymnopédie de Satie, que para mí es uno de los grandes pequeños tesoros musicales que existe. Deseo que lo disfrutes.
Nadie dudaría que lo grande es mejor. Los árboles con troncos y copas grandes suelen ser los más robustos y fuertes. Los animales más grandes también son los que en ocasiones desarrollan una envergadura potente, que les permite vencer a su adversario. Lo grande sobresale más y llama más la atención siempre.
En nuestro mundo de humanos se valora sobremanera la actitud del más fuerte, el más capaz, el más valeroso, el más inteligente; En definitiva, el más perfecto.
Y es que, efectivamente, yo también con este blog siempre he pretendido acercar herramientas y ofrecer inspiración para, de alguna manera, perfeccionarnos, ser más conscientes, tener más recursos internos. De esta forma y a través de lo que escribo habitualmente, me he posicionado a favor de lo grande. Y es que de verdad creo que estamos hechos para ser grandes, para brillar fuerte, para crecer con cada acontecimiento y relación que se nos presenta en nuestro camino vital.
Ahora bien, hoy quiero homenajear lo pequeño, porque considero que gran parte de nuestra grandeza de espíritu está en darnos cuenta de las cosas pequeñas, en darle valor a lo diminuto, en sentirnos atraídos por la sencillez y finalmente, en ser capaces de descubrir el gran tesoro que existe detrás de cada una de nuestras pequeñeces.
Así como la hormiga aprovecha su pequeña condición para desarrollar valores y alcanzar retos que para el elefante serían imposibles de llevar a cabo,
nosotros también en los momentos donde nos sentimos pequeños podemos sacar a relucir numerosas cualidades que en nuestros «días fuertes» no somos capaces de ver.
«Forest in a drop of water», by Mokepoke
Podemos aprovechar la tristeza, el enfado, el cansancio y todas las emociones que no nos resultan agradables (normalmente es a nuestro ego al que no le resultan agradables, ya que le gusta ser el «rey del mambo» y dar una imagen constante de persona fuerte, que nunca decae) para vivir plenamente cada una de esas emociones, transitar por los senderos que nos descubre ese sentimiento. Sin etiquetarlo como bueno o malo, simplemente observar, estar ahí presente.
Cuando estás triste, sé la tristeza. Cuando sientes dolor, sé el dolor.
No digo que haya que exagerar el malestar. ¡Ya bastante tenemos! Pero si digo que no hay por qué correr. No hay por qué huir de lo que sientes. Eso que sientes es también parte de ti y debes estar orgulloso de poder experimentar una paleta de colores emocionales tan amplia.
Y una vez que estés ahí, cara a cara con tus pequeñeces, sin darles la espalda ni disimularlas, entonces podrás ir en busca de las pepitas de oro que residen detrás de cada una de ellas.
El tesoro de tu pequeñez viene dado en forma de aprendizaje. ¿Qué puedo aprender de esto?
Cuando me siento triste, ¿qué valor hallo en mí que de otra manera no hallaría? Quizá me vuelvo más sensible…, o quizá más comprensivo con otros que también sufren…
Cuando estoy enfadado o irascible, ¿qué gran valor estoy desarrollando por otro lado? Puede que esté aprendiendo a pasar ratos conmigo mismo y a estar feliz también en soledad, o quizá ahora me vuelvo un ser más maduro y consciente pues aprendo a comunicar lo que siento con mayor asertividad.
Cuando me siento inseguro, ¿qué tesoros encuentro tras mi inseguridad? Tocar tierra de nuevo, bajarme de la nube ególatra que todo lo controla siempre y darme permiso para ser blando, sensible, humilde.
Pero el más grande de todos los regalos, el que es ofrecido a las personas que se permiten a sí mismas sus pequeñeces en días de lluvia grises o de caídas emocionales es la HUMILDAD.
No hay nada más poderoso que la humildad. Derriba las corazas y ablanda los corazones para convertirnos en seres humanos más comprensivos y empáticos con los demás. Me gusta saber que la palabra humildad viene de «humus», sustancia que forma y es parte de la tierra. Y es que este valor nos trae de regreso a la tierra, a nuestras raíces, a lo que verdaderamente somos sin añadiduras ni posesiones ni egos ni separación. La humildad, que sólo se alcanza cuando uno se permite ser pequeño, viene acompañada de la comprensión: «Tú y yo somos lo mismo».
Entonces, comienzas a entender que los superpoderes que creías tener, en realidad no son tuyos. Son de la «Fuente», de Dios, del Universo que te los ofrece cuando te van a ser de ayuda para crecer, no cuando tú los deseas poseer. Y es en ese instante cuando comprendes que la verdadera manera de vivir es desapegándote de tu carácter (que no es más que las proyecciones que los demás y tú mismo hacéis de ti), de lo rígidamente estipulado, del control que creías tener sobre tus emociones.
¿Y entonces qué queda? La aceptación. La rendición voluntaria y agradable de sentirte pequeño, pero acogido en el calentito panal del Universo. HUMILDAD.
Y cuando uno toca tierra, comienza a ver con más claridad cosas que desde lo alto no eran alcanzables a la vista. Una gota de agua, una flor silvestre, un guisante, un lunar, la comisura de unos labios…todas cosas pequeñas que traen consigo algo bello, un tesoro. Como tú.
…
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La misión de Pilar Corcuera es difundir herramientas de conciencia corporal, mental y emocional. A través de sus artículos semanales y sus sesiones de trabajo corporal garantiza que sentirse bien y ser feliz es posible.Puedes leer su historia aquí |