«A Home at the Edge of the World», by Paul Bond
Mi padre, cuando sacaba a mis perritas por la mañana temprano, se agachaba un montón de veces a recoger la caca no sólo de ellas sino de otros perros también. Él me decía que por dentro iba rezando, y que no le importaba, y que además así, al agacharse varias veces, hacía algo de ejercicio… Yo pensaba que estaba loco, pero me enternecía esa imagen la verdad.
Últimamente esa acción de mi padre ha cobrado más sentido para mí. Déjame que te explique.
Algo muy importante que me ha enseñado el yoga es que yo y mi entorno no estamos separados.
Sino al contrario. La manera en la que yo pienso, siento y hago tiene una repercusión en lo de fuera. Está todo interrelacionado. Cómo yo trato mi cuerpo tiene que ver con cómo yo me trato por dentro a nivel emocional, y viceversa. También lo percibo en el espacio físico donde vivo.
¿No te has fijado a veces en que la limpieza o el desorden que te rodean tienen que ver con cómo te sientes y cómo te tratas? En épocas en las que soy más pasota conmigo misma y con mi cuerpo, me dá igual tener las camisetas sin doblar y las cosas sin guardar. Mi habitación huele a cerrado cuando llevo días cerrada en mí porque estoy triste o he tenido algún conflicto. Sin embargo, cuando estoy contenta, me cuido y me cocino algo rico, y también sucede que me apetece abrir las ventanas de mi cuarto para que entre más luz. Se airea mi habitación mientras me aireo yo también.
En definitiva,
el espacio físico donde vivo es un reflejo de mi interior.
Y en esto puede que estemos todos de acuerdo.
Pero hace poco que me he dado cuenta de que esa «verdad o ley universal», por llamarle de alguna manera para entendernos, no sólo se aplica a lo más cercano, a MI casa, a MI cuarto, a MIS cosas… sino que también se expande hacia el edificio donde vivo, mi calle, mi barrio, mi ciudad…y por qué no, es aplicable también al Mundo. Mi Mundo. Nuestro Mundo.
Mira el sitio donde vives y podrás sacar claras conclusiones de cómo es la gente que vive ahí.
Los hábitos, las prioridades, los esquemas mentales de las personas y la personalidad de los habitantes de un lugar están reflejadas en el aspecto de la ciudad o pueblo donde viven.
Yo vivo en Las Palmas de Gran Canaria y hay días en que miro mi ciudad y me da pena encontrarme tantas calles sucias, con mucha basura en el suelo. Y no tengo que irme muy lejos…ya que a veces también me sucede al verlo en mi propio ascensor…
Aunque habrá excepciones seguro, la mayoría cuidamos de nuestra casa por dentro ya que sentimos que nos pertenece, que es NUESTRA casa. Por eso, aunque sea de vez en cuando, la limpiamos y la ordenamos. Vamos, que todos dedicamos algún tiempo e invertimos energía en nuestro hogar para que esté bonito, huela bien y sea agradable para nosotros o también si recibimos visitas. Y eso está genial, no cabe duda.
Pero parece como si de puertas para fuera ya nada nos perteneciera. De puertas para fuera ponemos la responsabilidad en OTROS.
¿Que la entrada del edificio está sucia? Habrá que llamar al Presidente de la Comunidad de vecinos… ¿Que mi calle está llena de basura? ¡Qué mal trabajo hacen los basureros! ¿Que mi ciudad está hecha una mierda? Desde luego, para las próximas elecciones votaré a los «otros», porque estos políticos no valen para nada…
Y así vivimos como si estuviésemos separados de nuestro entorno, como si no pudiésemos hacer nada al respecto sino esperar o desear que «otros», los «verdaderos responsables», tomen cartas en el asunto. Que otros recojan las mierdas que veo en el suelo.
Pero, sinceramente, yo no creo que eso sea así.
A través del yoga también he aprendido que siempre siempre siempre yo puedo hacer algo,
si la situación se presta a ello.
«Yo puedo hacer algo» para mejorar la situación. «Yo puedo hacer algo» para animar a esta persona. «Yo puedo hacer algo» para cambiar el mundo, aunque sea una gota en medio del océano… Yo soy también responsable. Este mantra me acompaña en muchos momentos y me libra de muchos dolores de cabeza y sufrimientos, ya que para mí es un gusto saber que mi actitud influye en gran medida en lo de fuera, y que no tengo que esperar a que ningún político o presidente de la comunidad de vecinos, mejore Mi mundo, del que yo formo parte, del que tu y todos formamos parte.
Y vale, sé que suena a algo muy grande. Parece que ahora va a ser un agobio sentirse responsable de todo lo que sucede en el mundo. Tampoco es eso. No vamos a exagerar.
Pero en el caso de la limpieza de tu entorno y del cuidado del Planeta, que es un área que a todos nos afecta, yo tomé la decisión de poner mi grano de arena.
Tu también la puedes tomar. ¿Por qué? porque al final todos estamos en el mismo barco. Porque si conseguimos que nuestros vecinos estén felices, si conseguimos que la sociedad, que nuestra ciudad, que nuestro mundo de alrededor esté limpio y feliz es seguro que tu también lo vas a estar, y yo, y todos.
¿Y por dónde empezamos? ¿Qué cosas podemos hacer desde hoy, desde ya?
Quiero que sepas que yo no estoy aquí para enseñarte ni instruirte nada, ni hacer de doña perfecta en absoluto. Soy un ser humano igual que tu, con mis valores y mis mierdecillas. Eso sí, como llevo tiempo dándole a la cabeza sobre este asunto de intentar ver mi ciudad como si fuese mi casa, de hacer del mundo mi casa, pues te cuento lo que he descubierto:
- Cuando voy caminando por la calle, basura que me encuentro, basura que trato de recoger. ¡Sí, claro!, dirás ¿y qué quieres, que me pase media vida recogiendo la mierda de otros? Pues no, no se trata de hacerlo todo en un día, sino de ir sembrando el hábito, y cada vez se hará más fácil, más instantáneo, casi sin pensar. Simplemente un papel de platina o una bolsa de plástico que veas o una lata…qué mas da. Cualquier cosa vale. Lo coges y lo tiras a la basura más cercana que esté en tu camino. ¿Que hay más basura? No te preocupes, no te agobies. Ya llegará el día en que tú mismo, cuando tengas tiempo y estés paseando, decidas recoger unas cuantas cosas en vez de una, pero por ahora, empieza en pequeño. Quién sabe si gracias a tu hábito otros vecinos, amigos, familiares, incluso desconocidos, al verte limpiar tu ciudad, también se animan a hacerlo, creando entre todos un lugar más agradable, más bello, más vivible. Creando entre todos un hogar.
- Cuando compro algo, miro si me cabe en la mochila o en el bolso antes de aceptar la bolsa de plástico que me dan casi automáticamente. Me he acostumbrado siempre, como regla, a decir «no, gracias» ante la pregunta de ¿quiere una bolsita? que siempre hacen en el supermercado. A veces, esto me ha llevado a cargar con las latas de tomate entre los brazos 😉 …pero, ahora fuera de bromas, el plástico es uno de los elementos menos biodegradables que existen. Consumimos plástico por un tubo, ya que todo va empaquetado hoy en día. Si reciclas (que, por cierto es otro hábito que si no haces aún, te animo encarecidamente a que comiences. Sólo se trata de tener 4 cubos/bolsas diferentes en tu cocina: 1 plástico y envases, 2 vidrio, 3 residuos orgánicos y 4 el papel y el cartón) te habrás dado cuenta de que el cubo del plástico es el primero que se llena y cada dos por tres hay que bajar al contenedor amarillo. Y luego, además, se almacenan un montón de bolsas de supermercados varios en casa que no queremos para nada. Tener unas pocas está bien, para momentos de urgencia, pero, seamos sinceros, normalmente esas bolsas ni siquiera sirven para poner en el cubo de basura pues son demasiado pequeñas. Así que no hay excusa. No te acomodes. En vez de coleccionar bolsas en tu casa, cómprate dos o tres mochilitas de estas que se arrugan, que no pesan nada y que se convierten en una bolita….y llévalas encima cada vez que vayas a la compra. Y si sólo vas a comprar un par de cosas, seguro que puedes meterlas en tu bolso o mochila habitual, o cargarlo en las manos. Fuera la pereza. Es nuestro mundo el que está en juego. El mundo que le dejaremos a nuestros hijos. El mundo del que todos formamos parte y en el que queremos sembrar nuestra semilla, ¿no es así?
Menos es más. Un acto que parece tonto, pequeñito, si se repite en el tiempo, acaba siendo un hábito de vida, y los hábitos de vida son contagiosos. Creéme. Confía. No estás solo. P.
PD: Este post quiero agradecérselo a mi padre, pues al verle recoger las cacas de todos los perros del vecindario, finalmente me ha contagiado. 🙂
…
¿Te ha gustado este post?
Si te ha ayudado o inspirado de alguna forma, puede que te apetezca seguirme la pista en Facebook, Twitter, Google+, Youtube, Pinterest o recomendar este blog a tus amigos.
¡Coméntalo! ¡Compártelo! ¡Suscríbete!
La misión de Pilar Corcuera es difundir herramientas de conciencia corporal, mental y emocional. A través de sus artículos semanales y sus sesiones de trabajo corporal garantiza que sentirse bien y ser feliz es posible.Puedes leer su historia aquí |