El Camino Primitivo
Una guía introspectiva para peregrinos
Hoy he vuelto a releer este post que escribí en el blog hace casi 3 años, justo cuando finalicé el llamado «Camino Francés»:
10 Razones para hacer el Camino de Santiago (SÍ o SÍ)
Se me hace curioso darme cuenta de lo vigente que siguen siendo para mí estas 10 razones para hacer el Camino de Santiago. Nada ha cambiado. Te sigo animando encarecidamente, aunque no te conozca, a que vayas al Camino, a que descubras lo que tiene que ofrecerte esta peregrinación, a que experimentes lo que es vivir un tiempo con todo lo que necesitas sobre tus hombros, a que hagas tiempo para estar contigo sin distracciones y que a la vez te abras a la cantidad de personas que van apareciendo en tu vida mientras caminas.
¿Qué es el Camino?
Podría estar mucho tiempo conversando contigo acerca de la cantidad de aprendizajes y descubrimientos que el Camino pone delante de cada persona que se atreve a recorrerlo. Y es que si algo has de saber es que el Camino es un espejo.
El Camino es un espejo que te muestra quién eres realmente.
Un espejo que te propone experiencias para que tú te des cuenta de cómo eres y cómo te mueves en la vida, de cuáles son los valores con los que tú más comulgas, de cómo gestionas las relación contigo mismo y con los demás. El Camino es un espejo que te pone delante, en un corto periodo de tiempo, las situaciones y personas necesarias para que tú evidencies quién eres tú sin tapujos. Y a partir de ahí, decidas qué quieres hacer con eso que estás viendo.
¿Me encuentro bien cuando estoy solo?
¿Tengo miedo?
¿Quiero caminar solo o con gente?
¿Qué compañía me gustaría tener?
¿Sé poner límites a los demás?
¿Me cuesta pedir ayuda? ¿Acepto cuando me la ofrecen?
¿Me siento cómodo expresando lo que quiero?
¿Necesito realmente todo lo que llevo en la mochila?
¿Qué necesito para sentirme feliz?
¿Estoy cansado? ¿Tengo sed? ¿Tengo hambre?
¿Cuál es mi límite?
¿Dónde decido parar?
¿Con qué expectativas camino?
¿Camino desde el esfuerzo o desde el disfrute?
¿Hago lo que veo que hacen los demás o hago caso de mi propia intuición?
¿Pienso más en los demás que en mí?
¿Qué me levanta cada mañana? ¿Qué me empuja a dar el primer paso?
¿Necesito una guía o voy confiando en que todas las señales irán apareciendo?
¿Lo más importante es llegar, terminar la etapa?
¿Pararme es perder el tiempo?
¿Descanso lo suficiente para mí?
¿Lo más importante es no perderme? ¿Lo más interesante es perderme?
¿Me quedo en lo que conozco o me aventuro a explorar rutas alternativas?
¿Vivo más hacia dentro o hacia fuera?
¿Prefiero escuchar o hablar?
Ante las llamadas del cuerpo, en lo duro del Camino, ¿me permito escucharlo y atenderlo, o me aguanto y lo ignoro?
¿He llegado a dónde quería? ¿Cómo he llegado?
¿Cuál ha sido el precio?
¿Qué es lo importante de llegar? ¿Hay un premio? ¿Cuál es ese premio?
¿Me lo doy yo o espero a que me lo den los demás?
¿Qué es lo importante del recorrido?
¿Vivo más en el durante o vivo más en el final?
¿Me ha decepcionado la llegada?
¿Me aferro a la gente que he conocido o sé decirles adiós con serenidad?
Y podría continuar escribiendo aquí preguntas que el Camino me ha hecho, preguntas valiosas para aprender de uno mismo y aplicar sus enseñanzas en la vida diaria. No obstante, mi propósito es que ésto simple y humildemente te sirva de estímulo y guía para que participes en esta peregrinación, ya que en último término cada uno sacará su propio aprendizaje. Y es ahí donde está la riqueza.
¿Qué Camino quieres hacer tú?
En España parece que cada día se crean nuevos caminos, nuevas rutas para llegar a Santiago. Si buscas en internet te encontrarás con el Camino Francés, el Camino Portugués, el Camino del Norte, el Camino Inglés, el de la Vía de la Plata, el que sale de Alicante, de Madrid…
Yo elegí en esta ocasión adentrarme en el Camino Primitivo, que es el camino originario hacia Santiago, el que recorrió en el Siglo IX Alfonso II para ir a visitar la tumba del Apóstol. Comienza en Oviedo, y si sigues las etapas estipuladas por las guías, seguramente podrás llegar a la capital gallega en dos semanas. Va por el interior de Asturias y es al llegar a Melide donde se encuentra con el Camino Francés. Aunque dicen que es el más exigente físicamente de todos los caminos, el esfuerzo merece la pena porque puedes disfrutar de unas vistas y unos paisajes alucinantes.
*Puedes entrar aquí,en mi cuenta de facebook, y en el apartado «fotos», están casi todas las de mi viaje.
De todas maneras, si lo que quieres es información acerca de las etapas, consejos sobre qué meter en tu mochila, cuánto dinero llevar, qué paradas hacer y dónde dormir durante el Camino, acerca de todo eso y mucho más, escribiré en el siguiente post próximamente.
Hoy me apetece animarte a que te acerques a un Camino de Santiago más personal, uno que puedas hacer a través de tus ojos, uno que no está en las guías turísticas porque depende de lo que tú quieras sacar de él y de lo abierto que estés a escuchar sus mensajes.
Fíjate de nuevo en la pregunta de arriba. ¿Qué Camino quieres hacer tú?, y con esto me refiero a que ya que viajas, te atrevas a soñar, a conectar con tus habilidades, con tus hobbies, con tus deseos, con tus dudas, con tus ansiedades y con tus fortalezas. Y a que todo eso lo pongas conscientemente al servicio de tu viaje. Que todo esto te ayude a establecer la INTENCIÓN de tu Camino.
¿Para qué?
Para que tengas un foco. Y para que cuando te sientas perdido, puedas regresar a esa intención que estableciste al inicio de tus pasos.
Tu momento vital y las circunstancias que tengas alrededor serán desde luego la base desde donde elijas el tipo de Camino que te gustaría hacer. Pero si no lo tienes claro, no temas. En mi primer Camino yo tampoco sabía a lo que iba. Supongo que iba a descubrir, a dejarme sorprender. Eso ya, en sí mismo, es una intención. En este segundo camino lo tenía mucho más claro. Y a pesar de ello, nunca sale como esperas.
Siempre hay que dejar un espacio a la improvisación, a la sorpresa. Siempre hay que dejar que el Camino hable. Y ya lo creo que habla. El Camino habla alto y claro. Como ya he dicho, sólo hay que estar dispuesto a escuchar sus mensajes.
Mi Camino = Mi Elección
Aunque desde hacía meses había planeado hacerlo en pareja, finalmente muchas circunstancias me llevaron a elegir hacer este Camino Primitivo sola, pero abierta a encontrarme a otras personas, abierta a compartir. Quise tener muchos momentos de soledad buscada. Me llevé muchas dudas a este Camino, a las que puse nombre y apellidos. No quise planearlo. No quise comprar guía. No quise buscar información. Quería fluir.
Quería que fuese un camino guiado por mi intuición, la nariz de mi corazón.
Estaba abierta a diseñar mis propias etapas, no tenía prisa, por eso fuí con un calendario bastante flexible. Y quería encontrar mi propio ritmo, no quería seguir el de los demás. Quería gastar poco dinero y por eso quería cocinar yo todos los días que fuese posible. Quería dormir en albergues públicos y en albergues por donativo. Quería hacer yoga todos los días, quería escuchar mi cuerpo. Me llevé un libro para leer. Me llevé una cajita de acuarelas para poder pintar un paisaje diario. Me llevé una libreta donde escribir, pues quería tener un diario con mis reflexiones y aprendizajes. Me llevé partes de mí que estaban heridas y necesitaban sanación. Y me llevé la confianza que en todo momento me hizo saber que no estoy sola.
¿Qué ocurrió realmente?
De todo esto, he de decir que me encontré muchísimo más acompañada de lo que esperaba, que gasté mucho más dinero del que planeaba, que hice mucho menos yoga sola y mucho más rodeada de amigos de lo que nunca hubiese podido imaginar. No tuve tiempo para leer mi libro, pero sí para compartir vinos y cervezas en cada etapa. Se me hizo en ocasiones más difícil de lo que pensaba encontrar el momento para pintar mi acuarela diaria, pero fui fiel a las necesidades de mi cuerpo. Descansé cuando lo necesité y comí cuando tuve hambre. ¡Y qué comidas! ¡Y qué tarta de queso la de la Tía Teresa! No necesité guía, aunque ciertamente los otros peregrinos amigos fueron mis flechas amarillas y mis conchas durante muchos momentos.
Y las dudas, las heridas, las ansiedades se las presenté al Camino, que me ayudó a transmutarlas cada día. Y la confianza, siempre estuvo ahí, y salió aún más reforzada si cabe. No estoy sola. Ninguno de nosotros lo está. Lo sé. Lo he experimentado. Lo he visto con los ojos del corazón.
El diario de mi Camino
De la idea de diario salieron cada noche estas reflexiones, estas acuarelas, poemas ilustrados o como tú lo quieras llamar. Aunque fuí subiéndolos cada día al facebook, aquí los comparto como un librito contigo, deseando que saques algo útil de todo esto, un cachito de inspiración, deseando que te puedas llevar algo de valor para tu vida. Aquí estoy para lo que necesites. Te deseo muy Buen Camino.
Día 0. Llegada a Oviedo.
Estoy donde tengo que estar.
Digo Sí a lo que no entiendo
porque se presenta en este mismo espacio
donde confío que debo estar.
Todos los que caminan en este lugar son bienvenidos
porque forman parte de la misma sintonía,
La Sintonía de mi Vida.
Lo que parece lobo
Es en realidad cordero
suave y tierno.
Sólo tengo que quedarme a confiar.
En el Mesón «La Mezquita» de Oviedo
pedí patatas pero me sirvieron tomates.
Cuando los probé entendí
por qué debían de ser tomates y no patatas.
Todo es como debe ser
cuando uno está atento.
Estar atenta.
Esta es mi tarea.
Esta es mi misión.
Día 1. Oviedo- Grado (25km)
La primera vez que vine aquí
dije que iba a hacer el Camino de Santiago.
La segunda vez y posteriores,
basta con volver al Camino.
Llegar o no llegar es secundario ya, pues «Santiago» al igual que «Itaca»
es un símbolo de lo que pasa en el durante.
«Santiago» provee de una Dirección
para no perderme.
Pero no me exige tiempos.
Las Etapas del Camino son
Invención de los hombres, del ego.
Y el Camino es producto del Espíritu.
Y no entiende de fechas
ni de tiempos específicos.
Las personas que vuelven al Camino
se van desprendiendo de las guías,
de los mapas.
Se abren a la experiencia del Durante.
¿Caminas desde el ego o desde el espíritu?
Y si es lo segundo,
empiezas a estar más Atento
a las llamadas del cuerpo,
a las necesidades de los sentidos.
En este segundo Camino
elijo respetarme y cuidarme.
Elijo conectar con mi Yo interior
que es el que verdaderamente conoce
lo que necesito.
No me esfuerzo.
Sólo escucho y confío.
¿No son estos los cimientos del amor?
Día 2. Grado-Salas (25km)
No necesito compartir mi felicidad.
Mas cuando la comparto
y recibo la de otros
todo se multiplica.
Soy libre para emprender el camino.
Yo decido cuando parar,
cuando mojar mis pies en el río.
Me muevo
en este segundo Camino de Santiago
más libre de apegos.
Sé que mañana posiblemente
no veré las mismas caras,
y esto no me impide (¡incluso me anima!) darme a los demás completamente,
con todo mi ser y mi sentir.
Ya sé dejar partir.
Sé decir adiós.
Aprendí que nadie se queda para siempre
y que yo no me quedo para siempre.
Y ahora aplico lo aprendido.
Sin embargo,
cuando nos encontramos
es una fiesta.
Sé que tú y yo somos y estamos ahora aquí
y que mañana no seremos los mismos.
Celebremos que nuestros caminos se han cruzado
no sólo para compartir nuestras felicidades sino también y aún más nuestras sombras.
Peregrino, no sé cómo te llamas
ni me importa tu edad ni profesión.
Te he encontrado
y abrazo este instante
y a ti, que perteneces a él.
De mañana no sé nada ni me importa.
Día 3. Salas-Tineo (20km)
¿Desde dónde me muevo?
¿Cuál es la fuerza que me invita a caminar?
Es curioso observar cómo la cabeza, la mente, el coco, el «mono loco», en ocasiones está buscando algo que al corazón, al espíritu, al cuerpo sentido no le interesa o no necesita.
Este último, mucho más sutil porque no habla gritando, sabe más de mis necesidades auténticas que lo que mi mente cree necesitar.
Pero para conocer esta diferencia es esencial tener tiempos de silencio, tiempos de soledad buscada.
¡Cuidado! «No hacer» no significa estar parado o quieto. Al contrario, es permitir que la vida se exprese a través de uno. ¡Y hay mucho movimiento!
¿Te has fijado en el río? ¿Cómo el agua corre abundante gracias a que la tierra bajo sus pies hace espacio mientras permanece en quietud?
Es entonces cuando surje la vida.
Mientras camino, hago que soy río.
Día 4. Tineo-Campiello (14km)
Cuántas veces esa voz venida de dentro
(esa voz que se alcanza
cuando el oído sintoniza con el corazón)
me repite: «Pilar, menos es más».
Menos es más.
No me sorprende que esa sabiduría zen también sea aplicable en el Camino.
En mis pasos…menos rapidez me procura una mayor solidez y enraizamiento.
En mis encuentros…menos expectativas me ofrecen la capacidad de conocer mejor al otro.
En la etapa futura…a menos la comparo usando las medidas de la mente, más espacio permito para la sorpresa.
Y en mi mochila…¡cuánto he de aprender aún! Pues a menos carga, más disfrute.
A menos peso, más ligeros son mis pasos
y más satisfacción hallo en la ruta.
Peregrino, elige menos, siempre menos.
Pues así el Camino te dará siempre más.
Día 5. Campeillo-La Mesa. Ruta de Hospitales (35km)
Será que he tocado el cielo
Y desde las alturas vi lo pequeños que éramos.
A cada paso sello el pasado contigo.
Aquél en el que no supe
(en el que quizá no supimos)
hacérnoslo mejor.
Hay algo en mí
que me empuja a ir hacia delante
caminando hacia el futuro
Y ya no freno.
Pero de vez en cuando, me temo
me pillo mirando a un lado
o mirando atrás.
No soy yo
es mi deseo
que aún espera encontrarse contigo.
Pero nunca estás.
Este es mi dolor, mi sufrimiento, mi herida.
Y en el Camino es compartido
pues cada peregrino tiene
sus pesares, sus dudas, sus lutos, sus errores.
Hay una fuerza extraña y sobrecogedora
que nos levanta, que nos mueve,
que nos impulsa a seguir.
Unión es lo que aquí se vive.
Y hoy
desde lo alto rezo
mientras mis lágrimas chillan
tocando el suelo que piso
y mi rabia se queda en las alturas
en las montañas
donde pueda ser barrida por la lluvia.
Día 6. La Mesa-Grandas de Salime (18’2 km)
¿Sabes lo que más pesa del Camino?
¿Lo que más pesa?
Lo que no dices,
Lo que no haces,
Lo que no expresas.
En otras palabras, lo que más pesa es lo que callas, lo que retienes, lo que aguantas.
Lo que más pesa es lo que no dejas salir.
Por eso, aligera tu equipaje
Ofreciéndole al Camino tu miedo,
Tu inseguridad, tu armadura.
Deja que el Santo te proteja
Para que tu tarea sea ser tú.
Y lo que quieras decir, dilo.
Y lo que quieras hacer, hazlo.
¿Pues no es cierto que infeliz
es aquél que no dijo «lo siento» cuando debía
Que no dijo «gracias» cuando quiso
Y que no dijo «te quiero» cuando amó?
Me atreví a escuchar mi corazón
Y a emprender el camino que él me marcaba
Y cayeron los pesos.
Día 7. Grandas de Salime-Fonsagrada.
Entrada en Galicia (28km)
Unión es despertar y agradecer tu cama, agradecer tu cuerpo, agradecer tu vida.
Unión es caminar solo y saberte acompañado.
Unión es recibir el apoyo silencioso de los otros y dar apoyo a los demás sin esfuerzo.
Unión es dejar que el viento seque tus lágrimas y enaltezca tus risas. ¿Pues no vienes de la misma Fuente que el viento?
Unión es cruzarte con gentes de otras tierras y sentirte bendecido por el encuentro, por sus miradas.
Unión es complicidad.
Unión es llegar a un pueblo que nunca pisaste antes y pasearlo sintiéndote en casa.
Unión es ir a una misa donde se hablan varias lenguas pero donde todos comprenden el mensaje.
Unión es rezar a un mismo Dios que tiene diferentes nombres.
Unión es mirar al mundo sin separación.
No es aplicar razas, estatus o apariencia a tus evaluaciones sobre otros sino acogerlo todo como parte de un todo.
Acogerte a ti como parte de un todo.
Unión es sentir que eres parte de la tierra que pisas, un eslabón más del universo, un cachito de árbol, de luna, de nube, de flor.
Día 8. Fonsagrada-O Cádavo Baleira (27km)
¿Alguna vez te has dado cuenta de tu propio ritmo?
Cada persona tiene un ritmo.
Un ritmo de vida
Un ritmo de comer
Un ritmo de sociabilizar
Un ritmo de hablar y de escuchar
Un ritmo de amar
Un ritmo de respirar
Un ritmo de caminar
Y si te atreves a escuchar tu ritmo
es el principio de una gran amistad contigo mismo.
Cuando reconoces tu propio ritmo puedes volver a él siempre que quieras.
Y es como volver a casa, al hogar.
Si eres una persona como yo,
fácil de darse a los demás,
fácil de darse a todo simplemente,
es corriente que con facilidad te pierdas
y comiences a seguir el ritmo de los otros.
A veces por complacer,
a veces porque nos sentimos cómodos
casi siempre porque vivimos para los demás
y nos gusta sentirnos acompañados.
No queremos que nos abandonen por seguir nuestro propio ritmo
así que podemos estar temporadas, momentos, algunos incluso muchos años
viviendo al ritmo de los demás.
El precio de esto es alto.
No saber lo que uno es,
No recordar lo que uno quiere realmente,
Olvidarse de lo que uno ama honestamente.
Cansarse antes de la vida.
Así que de vez en cuando
me doy el lujo de salir de mi zona de comfort
para de nuevo sintonizar con mi propio ritmo.
En el Camino por ejemplo
dejar la última el albergue
tomarme el tiempo necesario para estirar, desayunar, emprender la etapa…
Y en el durante
permitirme parar cuando me place
saludar a quien se cruce con una sonrisa
y respirar profundo mientras oigo mi bastón.
No corro. No intento ser alguien que no soy.
La única llamada a la que acudo
es la mía propia.
Llámale ritmos.
Día 9. O Cádavo Baleira- Lugo (30km)
Valor y Desapego.
Me envalentoné sin saber si era valiente.
Caminé en la noche y todo era tan oscuro.
Me imaginé lobos y meigas
y todo lo que la mente es capaz de inventar.
Imaginé el final.
¡Era tan vulnerable!
¡tan pequeña en la oscuridad!
Sólo la luz de mi linterna, el sonido de mi bastón, algunos ladridos en la distancia, el viento sacudiéndolo todo y mi corazón palpitante.
Si he de morir que sea cantando o rezando,
ambas son maneras de honrar a Dios y a la Vida.
Así que canté. Y mi voz se hizo más fuerte.
Y solté el miedo por la boca.
Y repetí la canción. Y luego otra.
Inventé letras, recé poemas y recordé sonidos de mi infancia.
Y al llegar a la cumbre, aún oscura
Me sentí por fin acompañada.
Eran las estrellas. ¡Y qué estrellas!
Brillando para mí, danzando para mí.
El regalo de la valentía.
El regalo del miedo superado.
Pensé.
Y por un instante me sentí protagonista del mundo entero.
Y quise imaginar que yo era la única persona disfrutando de tal espectáculo.
Las estrellas, la montaña, mis pasos, mi canción.
Al llegar la luz, todo cobró serenidad.
El paisaje se ordenó
y muchas caras conocidas empezaron a cruzarse conmigo.
El día de hoy trajo a las personas.
Y caminé con ellas. Y reí con ellas. Y sufrí con ellas.
Y al llegar a Lugo, uno de los corazones especiales de Galicia, tuve que decir adiós.
Adiós en la Calle de los Vinos.
Adiós a los primeros que se fueron.
Adiós a las holandesas y al de Guadalajara.
Adiós a muchos otros que mañana partirán hacia sus casas
y a algunos que eligieron otras sendas.
Si, mejor me voy.
Adiós y no me acostumbro.
Adiós y es un nudo en la garganta.
Adiós y es tan necesario sin embargo.
Adiós y deseo volver a verte.
Pero no sé ni cuándo ni dónde ni cómo.
Adiós me enseñó la vida.
Adiós te enseña el Camino.
Me quedo con lo vivido.
Mañana más, peregrino.
Para ti muy buen Camino.
Día 10. Lugo-Ferreira (26km)
Me dejo sorprender
Y hago espacio para lo nuevo
O me quedo viviendo
en la comodidad de lo conocido.
Sí.
A veces prefiero dejarme sorprender.
Y es así como ocurre la magia.
Como aparecen personas, lugares y experiencias que me invitan a estirarme
a agrandarme, a salir de mi pequeñez.
Y es así como ocurre
que camino con Miguel
y me habla de su tierra, de Gijón
y de su fotografía.
Y es así como ocurre
que ideamos
platos exquisitos en nuestra cabeza
mientras celebramos los milagros de la metafísica.
Que recordamos
nombres de canciones y bandas
mientras andamos al ritmo de Lennon
sobre los montes gallegos.
Que robamos manzanas al pie del camimo
mientras disfrutamos de las casas de piedra
que una vez fueron hogares de familias
y ahora están cubiertas por el musgo.
Y es así como ocurre
que Andrés el hospitalero
nos regala su tiempo, su energía, su historia
invitándonos a un pincho de tortilla y ofreciéndonos la mejor ensalada del Camino.
Y es así como ocurre
que en el jardín del albergue
sentados en sillas de bar
escuchamos misa en polaco
comulgamos bajo los árboles
y meditamos sobre el perdón.
Y es así como ocurre
que antes de cenar
hago yoga con los sacerdotes,
y otros peregrinos de gran parte del mundo.
Y respiramos juntos.
Que todos sentimos la fuerza del Camino
que todos tenemos tanto que agradecer
a la vida, a nuestro cuerpo,
al momento que nos une.
Y es así como ocurre
que uno de Fuenlabrada, uno de Alicante,
uno de Almería y yo
terminamos el día riendo
de nuestras diferencias
y deseando compartir un mañana
que seguro será muy distinto a éste.
Por eso a veces prefiero
dejarme sorprender.
Día 11. Ferreira-Melide (20km)
Humildad.
Ser humilde con los demás es un reto.
Con Intención sostenida, amabilidad y práctica se puede conseguir en años.
Ser humilde con uno mismo es todo un desafío. Un proceso de aprendizaje que puede durar toda la vida.
Quiero recordar esto:
Que mi capacidad de ser comprensiva con el otro sea el punto de partida para ser comprensiva conmigo misma.
Que mi habilidad para aceptar al otro con sus vulnerabilidades y defectos se alimente también hacia dentro, para que supere la rigidez y los juicios con que normalmente me trato.
Que mi amabilidad y mi abrazo hacia los que sufren sean un ejemplo para tratarme a mí también con afecto y cariño.
Pues no creo que valga de mucho amar a los demás si yo me trato con látigos y con juicios.
Pues no creo que sea engrandecedor animar a los otros a que se quieran si yo me miro con odio y con desprecio.
Pues no creo que Dios o el Universo celebren que el trato que yo doy a los demás sea tan distinto al trato que yo me ofrezco a mí misma.
Así que recuerda, Pilar:
La vida no es una carrera.
Si enalteces las cualidades de los otros
debes de adiestarte en enaltecer las tuyas.
Si recibes al extraño con amor
acógete a ti misma con la misma moneda.
Y si el cansancio aprieta,
si las dificultades son varias,
y si percibes tu pequeñez en diversas ocasiones
Ahí es cuando más debes obrar con humildad,
con acogida, con escucha, con sosiego,
con paciencia, con cariño.
¿Pues no es en tu corazón donde se deben sembrar las semillas de lo que quieres que brote hacia el exterior?
Primero dentro. Primero dentro.
Con humildad.
Día 12. Melide-Salceda (26km)
Recorriendo caminos ya transitados.
En esta etapa me uno al Camino Francés.
Ya el primitivo llegó a su fin.
Es curioso recorrer los mismos senderos,
los mismos pueblos, los mismos ríos
que un día caminé hace tres años.
Ya no parecen los mismos.
No recuerdo estos paisajes.
¿Habrán cambiado los valles?
O soy yo la que he cambiado.
El primer Camino fue vivido desde el corazón.
Éste desde el cuerpo.
En el primer Camino hubieron chispas
y fiestas, un descubrimiento.
Me moví por la emoción
y elegí estar en el centro de la experiencia.
En este segundo me percibo más observadora,
más escuchadora.
¿Significa más madurez?
Y mientras mis pasos avanzan hacia Santiago
(ya queda poco más de una jornada para besar al Santo)
siento que este camino es tan distinto al otro.
¡Siento que cada camino será tan diferente
a pesar de pisar la misma tierra!
Pues el que verdaderamente cambia y se transforma es el caminante.
Y si los ojos del peregrino
ya no son los mismos
nada parece lo mismo.
Por eso hay tantos caminos.
Por eso merece la pena transitarlos
una y otra vez.
Día 13. Salceda- Monte do Gozo (25km)
En peregrinación.
Caminando en la oscuridad
en soledad buscada
con todo el cuerpo atento
y el paso rítmico
comienzo la penúltima etapa.
No tengo miedo.
Es curioso cómo los ojos
se acostumbran a la noche
y ven luz dónde antes
no había más que penumbras.
¿Es esto aplicable a la vida?
Me dirijo hacia Santiago
con el alma desnuda
y sin exigencias,
sabiéndome un instrumento de Dios,
del Universo.
Hay algo profundo y mágico en este andar.
Y entre lágrimas percibo
que soy pequeña y grande a la vez,
pez y diamante, barro,
estrella azul y hierba húmeda,
alegría vital y nostalgia de siglos.
Por el camino encuentro
a tanta gente que camina como yo,
buscadores de algo innombrable.
Veo amantes que se dirigen hacia allí
cogidos de la mano, en silencio.
Unión indescriptible.
Veo grupos de amigos que ríen
y se animan
pues la cuesta aprieta.
Veo niños, familias enteras
que aprovechan la ocasión
para decirse un Te Quiero.
Y sobre todo veo personas
que caminan solas
como yo
y la vida pasa a través de ellos
en miradas antiguas, en perfecto silencio.
No se echa de menos nada
y al mismo tiempo todo.
El Buen Camino pasa a ser
un Que Llegues entero, compañero.
Una complicidad tan pura
que sólo los montes y el viento conocen.
No me hace falta saber quién eres
para saber que eres fuerte, válido, capaz.
No me hace falta intercambiar palabra alguna
para adherirte a la lista de los que amo, de los que sufren, de los que luchan, de los que se levantan, de los que caminan.
¿Es esto aplicable a la vida?
Y mañana no sé.
Hoy me quedo con lo vivido.
Día 14. Monte do Gozo- Santiago de Compostela (5km)
Llegadas.
Para qué camina el peregrino.
Para qué camina.
Acaso está buscando algo.
Acaso lo encontrará.
Dónde.
Dentro.
Siempre dentro.
Camina para sanar
y para huir de una guerra
cuyas armas son sus propios pensamientos.
Camina para desconectar
de la vida que muchas veces se le hace grande, exigente y salvaje.
Y camina para conectar con lo verdaderamente importante: lo que es invisible a los ojos.
El peregrino camina para estar solo
pues eso le trae el regalo de una amistad duradera consigo mismo.
Y camina para encontrarse con los otros desde un lugar de pura honestidad.
Donde se comparte, se conversa, se escucha, se abraza.
Se da cuenta de que se pueden construir muchas más familias que la que dejó en su ciudad de origen.
Camina para demostrarse su valía, su fortaleza, su constancia.
Y también camina para desnudarse, soltar la armadura, desprenderse de capas y aceptarse en ocasiones débil, vulnerable, gota de agua.
El peregrino camina para entender,
resolver, meditar
y camina para aclarar.
Camina para volver al lugar donde comenzó a perderse
Y para recordar su infancia, sus ancestros, sus raíces.
Camina para perdonar a los que le hirieron
y para comenzar de nuevo.
En ocasiones camina de luto
y se para a oler las flores.
Él sabe que éstas también mueren y resucitan.
El peregrino camina para cerrar etapas
y para decir Sí a nuevas personas, nuevos trabajos, nuevos lugares.
Camina como transición
Y camina para aprender el desapego.
Camina también para ver paisajes,
para ser el paisaje, para sentirse parte de la naturaleza.
Camina para aprender a volar solo
Y camina para aprender a amar de verdad.
Para ponerle nombre a las cosas complejas
y para tomarse un vino, celebrando lo simple.
El peregrino camina para cantarle a la vida,
para agradecerle a su cuerpo.
Y camina para rezar, sin importar la religión,
pues sabe que hay un Dios con muchos nombres.
Camina como ejercicio de cuerpo, de vida, de íntima escucha.
Y también camina para quitarse pesos, para volverse ligero, para vivir con poco.
Camina para limpiar, para decir adiós y para avanzar.
Y cuando finalmente llega a Finisterre o a Santiago, el peregrino revive todo lo caminado y entre lágrimas celebra sus triunfos, sus aprendizajes, sus encuentros.
Y en silencio se retira hacia su interior, donde alcanza a comprender que el verdadero Camino no ha hecho más que empezar.
Seguirá caminando, pues es peregrino
Sin importarle ya las futuras llegadas sino el Camino.
Fin del Camino Primitivo.
Despedidas.
La mayoría de los seres humanos nos encontramos perdidos cuando hay que decir adiós.
No sabemos cómo gestionar las despedidas.
La Vida nos pone delante personas, relaciones y situaciones que en algún momento se terminan. Y nuestra reacción más habitual es tratar de aferrarnos, de retener un poco más eso a lo que le hemos dado el poder de hacernos felices.
Ahora te vas y qué va a ser de mí. Me quedo roto, incompleto, deshecho. Vuelvo a ser un infeliz.
¿Te suena eso?
El Camino (y con esto termino las reflexiones de estas etapas de peregrinaje a Santiago) es una oportunidad de encontrarte, de reconocer cómo eres, quién eres, cómo reaccionas y gestionas tus experiencias en los otros caminos de tu vida.
Es una metáfora. Es un símbolo. Es un ejemplo.
Aplicas lo de dentro a lo de fuera. Y lo de fuera a lo de dentro.
Así, cuando está llegando el final de la última etapa, es muy común experimentar sentimientos encontrados.
Por un lado, la consecución de aquéllo que te habías propuesto y que has logrado.
Por otro, una sensación de vacío, de orfandad, al tener que enfrentarse al adiós de todos aquéllos con los que has compartido. Y del propio Camino, de las experiencias de vida que ha traído consigo.
Decir adiós al Camino y decir adiós a otros peregrinos es también decir adiós a la versión de ti en el Camino, a la versión de ti relacionándote con los demás.
Pero al igual que la semilla de lenteja se rompe, se abre y finalmente se seca para dar lugar a otra versión de sí misma, al brote de lenteja que luego florecerá llevando consigo aún todos esos códigos de la semilla lenteja, en el Camino uno va aprendiendo a despedirse con alegría de lo vivido, a dar gracias por lo recibido, a celebrar lo compartido con otros, sabiendo que esa pequeña o grande rotura en el corazón de uno (vivida muchas veces con tristeza) es en realidad y en profundidad un espacio hacia el florecimiento, ensanchamiento y desarrollo del Ser.
Cuando me despido con paz, agradeciendo que hayas aparecido en mi vida, estoy permitiendo que el ciclo natural de las cosas siga su curso. No lo retengo, no me enfado, no lo empujo, no me pongo en contra. Ni siquiera necesito resignarme.
Sé que ese adiós es el inicio de otra experiencia de vida que me toca vivir. Sé que esa despedida supone darle la bienvenida a una relación nueva, más solida y madura conmigo mismo, desde donde poder amarte sin el temor a que algún día te vayas, desde donde poder acogerlo todo sin miedo a que llegue el siguiente final.
Hoy sé que las despedidas son el inicio de otro Camino.