«Parable«, by Steven DaLuz
Pero bueno. Tú otra vez aquí.
(típico diálogo con un conflicto)
Me atrevo a decir que el conflicto o problema que te está causando sufrimiento en este momento de tu vida, no es nada nuevo para ti.
Sobre todo me refiero a los asuntos emocionales, no tanto de salud física u otros.
Esto que estás viviendo. Esto que sientes. ¿A que te da la impresión de que ya lo conoces? ¿de que ya lo has vivivo? ¿de que ya lo has sentido?
Mismo perro con distinto collar.
Mi padre, que a pesar de sus crisis con la Iglesia, es un practicante cristiano auténtico y comprometido, me ha dicho varias veces que es increíble, pero que él se sigue confesando ante el sacerdote de las mismas cosas que se solía confesar cuando tenía 20 años. ¡Y tiene más de 60!
Y es que eso de que el hombre tropieza 3 veces con la misma piedra…¡debe ser que yo soy patosa! ¡ojalá sólo fuesen 3 veces!
En mi vida se me repite la misma película una y otra vez. Cambia un poquito el decorado y la luz, también puede que cambie el otro actor principal, ¡pero la peli es la misma! ¡Incluso el guión es casi el mismo!
¿Te ha pasado a ti también?
Y uno que ya creía tener esto superadísimo… pero va a ser que no.
Hay cosas que vuelven. Muchas cosas vuelven.
Y entonces puede que reaccionemos de muchas formas, pero todas se resumen en «echar balones fuera».
Si el problema es de pareja, culpo a mi pareja, decido dejarle, me busco uno o una que no me haga pasar por lo que ahora estoy pasando. Pero con el nuevo y la nueva, tras el ligoteo inicial, la historia se repite. La misma película. ¿Qué curioso, no?
Si el conflicto es otro, quizá a veces se resume en un descontento general, normalmente tendemos a decir: «me voy, lo dejo todo». Vendo mis pertenencias, me cojo una mochila y me voy a viajar, a recorrer mundo, a ayudar a los negritos de África, a vivir en el campo, a disfrutar de verdad, a lo que no he hecho nunca y siempre he querido hacer…a ser una nueva persona, esa que realmente soy y que nunca me han dejado ser. Y esto, si te fijas bien, también es echar balones fuera.
A más echo balones fuera, más me alejo de la solución.
Al final, lo sé por experiencia propia y de gente cercana, te vas a la Conchinchina o a cualquier otro lado del mundo, pensando que así tus problemas se quedarán atrás bien acomodados en tu antiguo salón de tu antigua casa haciéndole compañía a tu antiguo marido o esposa…y resulta que no. Resulta que se han ido contigo de viaje, que se han metido en tu mochila sin que tú lo hubieses planeado.
Lo que te digo. La misma película que sufrías en Alcobendas o dondequiera que vivieses se te presenta en Australia, en Cuba o en el monasterio retirado del Tibet.
Las cosas vuelven. Las cosas van contigo.
Y cuando esto pasa, cuando se te pone delante la misma situación o el mismo problema, sólo queda responsabilizarte, ya que la solución únicamente depende de ti. No depende del lugar, ni de los compañeros de trabajo, ni de tu pareja. Hacerte responsable significa tomar cartas conscientemente en el asunto, mirando hacia dentro y no hacia fuera, y preguntarte:
¿Qué tengo que aprender yo de ésto?
Yo siento que me suceden conflictos parecidos porque aún no he aprendido lo que tenía que aprender…así que ésta es una pregunta clave.
Cierro los ojos, entorno la mirada hacia esa fuerza mayor, ese algo que yo no controlo y que no sé muy bien qué es… y dejo que venga la respuesta.
Y cuidado. La respuesta no llega así como así. A veces la sientes llegar en un segundo…otras veces es cuestión de años. Casi siempre hay que esperar. Confiar.
Y es que en estas cosas no podemos pretender saltarnos etapas. Para licenciarte tienes que cursar todas las asignaturas, ir a clase, pasar exámenes, hacer los trabajos…
Por muy listo que seas no te licencias en un año. Son los años que son. Es el tiempo que es.
Y en esto de los obstáculos emocionales que queremos pasar y ver el aprendizaje cuanto antes para no sufrir o sufrir menos, pasa lo mismo.
En el camino emocional no valen las prisas. No hay atajos. Hay que confiar. Y al final llega la respuesta.
Los cristianos sabemos que el tiempo de Dios es otro. Y el tiempo del corazón es otro también.
Ni siquiera leerse más libros sobre el asunto o hacerse más cursos de crecimiento personal nos va a adelantar el camino. Así que al final va a ser verdad eso de que:
«Nothing ever goes away until it has taught us what we need to know»
Pema Chödrön, monja budista tibetana.
Que viene a decir: «Nada se va de nuestras vidas hasta que nos ha enseñado lo que necesitábamos aprender».