Muchas veces, en nuestro camino de crecimiento interior, surgen periodos de estancamiento que se pueden convertir en causa de sufrimiento y crisis si uno no está preparado para aceptar y acoger.

Al principio, hay rachas «buenas», cuando uno siente que poco a poco va mejorando en la búsqueda del bien y va siendo capaz de conquistar momentos de serenidad, alegría y amor. ¡Voy por buen camino!, nos decimos. Sin embargo, al cabo de un instante, en cualquier momento, nos podemos topar con una piedra en el camino (a veces, una gran roca) que viene a ser una parte esencial de nosotros, aunque nos cueste mucho reconocerla como tal. Me refiero a un deseo oculto, una emoción de ira, un pensamiento crítico hacia uno mismo o hacia alguien a quien amas… ¡Ése no soy yo! ¡No puedo estar sintiendo esto! ¡Si se supone que debo estar feliz con lo que tengo! ¡Qué me pasa!

¿Te suena de algo? ¿Has sentido o pensado alguna vez cosas que te cuesta aceptar como tuyas? ¿te has sentido avergonzado por pensar/sentir/desear éso, cuando se suponía que debías aceptar lo que ya tienes?

Cuando eso ocurre, cuando te sientes víctima por la repentina aparición de una emoción que «no es correcta», que «no debes sentir» pues es lo contrario a lo que te han enseñado (padres, profesores, hermanos mayores, pareja, jefe, sociedad, Dios…) para ser «bueno», las peores decisiones son:

– Ignorar esa emoción, guardándola en un rincón de tu interior (para que no se vea ni lo noten los demás) junto con otras, deseando que nunca salgan a la luz; ¡Yo no puedo estar pensando o sintiendo ésto! ¡Ésta no soy yo! ¡Ojalá no lo note mi pareja, mis amigos!

– Fustigarte con diálogos autovictimistas y culpabilizadores por estar sintiendo lo que sientes; ¡Cómo se te ocurre sentir ésto! ¡No eres realmente bueno! ¡Ves como tu ser está contaminado realmente! ¡No te mereces lo que tienes! ¡Deberías avergonzarte!

En ambos casos, estarás reprimiendo una parte de ti que es necesaria y humana, y que, bien con la ignorancia o con regañinas interiores, estarás permitiendo que se haga más grande o que se transforme finalmente en un tumor o futura enfermedad. Cada represión es un quiste cancerígeno que, si no tratamos a tiempo, puede envenenar otras áreas de nuestro cuerpo y nuestra vida.

Tras estas preguntas lanzadas al inconsciente, muchas veces te sorprenderá la rapidez y sutilidad con que siempre llegan las respuestas. La mayor parte de las veces, ese niño interior grita y quiere «portarse mal» para equilibrarnos, tras una época, quizá, de demasiada dependencia externa o de una etapa en la que hemos actuado solamente pensando en el bien ajeno, reprimiendo, por tanto, ese amor por uno mismo que es tan sano alimentar también (en mi primer post reflexioné sobre ésto).

Finalmente, acepta y abraza esta «zona oscura», siendo flexible contigo mismo y permitiéndote «portarte mal» en ocasiones, salir de tu «carácter habitual», de lo que los demás esperan de ti. No tengas miedo, ya volverás a ser quien eras (siempre ganará tu tendencia hacia el bien); Confía en tu consciencia testigo que sabe hasta dónde llegar, cuál es el punto de equilibrio que le viene bien a tu Ser, acogiendo tu ying-yang interior, ya que la dualidad es la base de lo que están hechas todas y cada una de las criaturas y acontecimientos de la vida, incluídos tú y yo. A partir de ahí, en vez de crear separación, engendrarás la unión de todos tus «yo» interiores, lo que te va a facilitar el camino hacia la conquista de tu Ser.

¡VAMOS ALLÁ!