«Broken Hearted», by Chris Bradley
Corazón Pocho, Corazón Vivo
Cada mañana me gusta desayunar macedonia de frutas. Hace pocos días me alegré cuando al pelar un platano lo encontré pocho por dentro. Me sonreí interiormente, mientras intentaba aprovechar las partes «sanas» del platano, pues me gustó sentir que el platano estaba vivo. Creo que llevaba mucho tiempo (quizá demasiado) sin ver, a una lechuga o a una pera, «ponerse mala».
Y es que, como ya es sabido por todos (y más ahora, que tenemos tantísima información gratuita a nuestro alcance en internet), a la mayoría de productos frescos que compramos en Mercadona y otras grandes superficies les «protegen» con insecticidas y otras sustancias químicas para que «crezcan mas rápido», «tengan mejor aspecto» a la vista del consumidor y «duren más tiempo» en nuestras cocinas. Por ejemplo, a las naranjas las barnizan con una pasta invisible para que «brillen» más y así, se supone, nos llame más la atención y acabemos comprándolas.
Ésto me lleva a suponer que, en la actual sociedad, está de moda el disfraz, el escaparate, el aspecto externo de las cosas. Si en lo que respecta a las frutas, la naranja o el tomate brillantes y limpitos se llevan la palma, a nivel profesional, «dar la talla» es lo más importante, incluso «entrar por los ojos» al jefe o al cliente es un objetivo a perseguir. En este sentido, la corbata, los tacones o el maquillaje no son más que un símbolo externo nacido de la creencia que cita: «hay que estar perfectos«, o una versión más peligrosa del mismo patrón mental: «hay que ser perfecto».
Me da miedo hasta volver a escribir esta última creencia, pues imagino el peligro que supone vivir con esas 4 palabras grabadas en el subconsciente colectivo.
En una sociedad que premia a los niños perfectos, a los padres perfectos, a los profesores perfectos, a los cuerpos perfectos, a las frutas perfectas, ¿dónde queda el Ser auténtico de cada uno?
Si perseguimos la perfección como sinónimo de persona «sin fallos» o que nunca comete «errores», acabaremos por convertirnos en verdaderos robots en serie, en máquinas perfectas pero sin vida. Pues, sinceramente, el simple hecho de estar vivos conlleva sentir a veces dolor, sufrimiento, tristeza…
VIDA como sinónimo de MOVIMIENTO.
Por lo tanto, si no eres un robot sino que eres un Ser sentido y emocional, también sabrás saborear los momentos de satisfacción y plenitud al máximo, ya que habrás experimentado igualmente los tramos oscuros de la existencia. ¡Que no te asuste tu propia sombra! ¡Abrázala! (quizá te interese este post anterior titulado «Abraza tu Sombra»). Así hace la naturaleza, que es muy sabia y nos enseña grandes lecciones de vida.
¿Te imaginas a un árbol enterrándose bajo la tierra a sí mismo por vergüenza a que le vean sin hojas en otoño? ¿O a una amapola maquillándose los pétalos para intentar parecer clavel?
El árbol, la flor, el mar y el animal saben que el Universo se rige por constantes procesos de cambio y aceptan esos cambios, sin etiquetarlos, sin juzgarlos.
¿Y si aprendiésemos de ellos? ¿Cómo sería nuestro día a día?
Si tienes miedo a caer, si crees que van a hacerte daño por mostrar tu verdadero Ser, si piensas que te sentirás más seguro maquillando de rosa tu corazón herido en ocasones,
haz como el plátano, la amapola, el perro o el mar: ACEPTA y AMA lo que venga
(las equivocaciones y los defectos, pero también la dicha y los momentos de luz), y finalmente recuerda siempre que «un CORAZÓN POCHO es un CORAZÓN VIVO» y que la mayor, única y más honorable función de tu vida es intentar alcanzar ser TÚ mismo.
TE DESEO UNA MUY FELIZ SEMANA
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